En Zapopan, Jalisco. México.

Texto por  Juan López Vergara Newton.

El emplazamiento surgió de plantear un partido que permitiera obtener, para la mayor cantidad recintos interiores, vistas profundas hacia el exterior. Así, la casa desarrolla sus espacios interiores a lo largo de dos crujías paralelas resguardadas por igual número de jardines.

A través de dichas galerías, la planta noble se separa en dos bandas programáticas que van tejiendo el espacio para los rituales domésticos de cara al jardín principal, articulándose a través de una amplia terraza. Aun cuando en planta alta ambas crujías se combinan para ofrecer estancias generosas, persiste la sensación de que el espacio surge del diálogo entre ambos corredores.

La sencillez con que se resolvió el partido se refleja en la elección de un lenguaje arquitectónico depurado que evoca el vocabulario de los minimalistas. Esto permitió  diseñar las fachadas de forma franca, empleando diversas retículas que contribuyen a contener el espacio interior, mientras visten el volumen edificado. En el mismo sentido, se dispuso de una paleta de materiales en tonos neutros que ayudan a enfatizar la esencial geometría ortogonal de la casa.

La casa toma su nombre de un ave considerada, en algunas culturas, como un mensajero espiritual: el colibrí. Por ello, se comisionó al artista Adrián Guerrero, una pieza que alude a este pequeño guardián del tiempo debido a que su figura evoca, en los habitantes de la casa, el recuerdo de un ser querido. A través de dicha pieza, y a través también de su nombre, esta casa rinde homenaje a la memoria.